Eulalia Lascar

Cuando acompañamos a un niño en el final de su vida, sentimos que existe en la comunicación un espacio vacío, como un agujero que no podemos llenar, que no podemos alcanzar. Tal vez, se trate de ese espacio íntimo y sagrado, el centro de su viaje, su espiritualidad. Es allí donde únicamente podemos resguardar su espacio, estando siempre presentes.

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